lunes, 31 de enero de 2011

BCNegra 2011

BCNegra 2011

Setmana de la novela negra de Barcelona

domingo, 30 de enero de 2011

Postales en movimiento: 2

Publicado en 7 voces

Me he fijado en el tipo cuando estábamos en la estación. Quizá la bolsa enorme que carga a la espalda mientras recorre inquieto el andén de extremo a extremo como si no pudiera esperar sin moverse la llegada del tranvía, o su mirada alterada que arremete a los ojos de quien le mira antes de ponerla rápidamente en fuga, como quien propina un golpe e inmediatamente se bate en retirada. Luego me olvido de él, entramos por puertas diferentes y, después de validar la tarjeta, me coloco en el lado inverso. Me entretengo en mirar a la gente que hay cerca cuando cruza otra vez ante mí, la bolsa cargada del hombro, la mirada igual de agitada como el incisivo puntero de un láser en movimiento. Se para junto a una mujer joven que lee un libro pero ella acaba por levantar la vista alertada por su acercamiento sin motivo. Cuando se ve sorprendido pasa de largo, se va hacia la otra punta del tranvía, da la vuelta y vuelve a pasar hacia el otro lado. Yo sigo con curiosidad su deambular inquieto, en un punto equidistante entre animal asustado y secuestrador que rebusca entre los rehenes al próximo a quien descargarle el tiro de gracia. Ahora, unos metros más allá, veo que se sienta junto a una adolescente que mira por la ventana. Otra cosa no, pero para las mujeres tiene buen ojo. Una anciana que también viaja de pie me hace esta observación cuando ve que estoy reparando en el tipo. Cada día lo mismo, buscando chicas guapas y arrimándose a ellas lo que puede. Es un enfermo. Sí, le contesto, me he dado cuenta de que no era muy normal cuando estábamos en el andén. La mujer empieza a hablarme de las veces que lo ha visto y de que siempre hace lo mismo, que cuando alguien se enfrenta con él baja en la siguiente parada. Luego me relata algunos lances y me habla de los locos que andan sueltos por la calle, de los delincuentes, de los violadores y de los pederastas, sobre todo de éstos. Me cuenta que tiene dos nietos preciosos y que si algún día alguien le pusiera la mano encima no sabe de qué sería capaz. Me lo dice casi apretando los dientes, unos setenta y pocos años, chaqueta austera y un pequeño bolso de charol negro cruzado del hombro. Yo le digo que es verdad que hay mucho loco suelto. Entonces vemos que el tipo se acerca otra vez y los dos desviamos la vista hacia él instintivamente, cargando de reproche nuestras miradas y haciendo que se detenga, que recule y que acabe por volver sobre sus pasos hasta situarse en el otro extremo del tranvía, junto a una puerta de salida. La mujer, satisfecha por la victoria, sigue hablándome de sus nietos y hasta me enseña una foto que lleva en el monedero que saca del bolso. Preciosos, le digo. Lo guarda y se despide de mí, la siguiente es la mía, me anuncia. Antes de que se cierren las puertas yo también me bajo. Camino tras ella, la calle está oscura y sólo se oye la pauta acompasada de sus pasos y, un poco más apagados, los míos, como un eco que apenas se distingue del sonido que repite. Pero ella acaba por notarlo y ve0 que se detiene lentamente antes de mirar hacia atrás. Cuando agarro la correa de su bolso y lo estiro con fuerza se me queda mirando confundida, como si no entendiera que estoy haciendo en su calle si hace un momento estaba dentro del tranvía.

lunes, 17 de enero de 2011

Postales en movimiento: 1

Publicado en 7 voces

El celador del geriátrico acabó por confesar ese crimen y ocho más que había cometido con anterioridad, en los años que llevaba trabajando en el centro. La poca exigencia derivada de los protocolos para certificar las muertes de los ancianos y la eficaz combinación de medicamentos y barbitúricos utilizada para los crímenes habían velado las verdaderas causas de las muertes. Hasta que utilizó la lejía inyectada directamente en la garganta de una de sus víctimas. Entonces se destapó todo.
En la sala office de un gran hospital varios médicos departían en corrillos antes de empezar sus rondas mientras sujetaban vasos de plástico del café de máquina. Unos de pie, otros apoyados en el canto de la mesa o en los alféizares de las ventanas. De las batas blancas abiertas asomaban corbatas y cuellos impecables de camisa, suéteres negros tipo cisne y botas altas hasta la rodilla. Uno de ellos levantó de pronto la mano y todos dirigieron su mirada a la pantalla plana de la sala que en ese momento estaba encendida, la voz que salía del televisor acabó por extinguir rápidamente los restos de conversaciones, estaban dando la noticia del asesino de ancianos. Mientras atendían a lo que el corresponsal de la zona explicaba la indignación fue transformando poco a poco la expresión de sus caras.
Entre los múltiples cargos por los que tendría que responder el celador del geriátrico, el juez admitió también a trámite una denuncia por plagio que alguien había interpuesto.

domingo, 16 de enero de 2011

la web de formas del relámpago


Después de casi tres años, la web de Formas del relámpago dejará de estar activa para siempre en dos o tres meses. Todos los contenidos (fotos, videos, entrevistas, comentarios de los cuentos, textos inéditos, etc etc) pasarán pronto a la historia. Descanse en paz

martes, 11 de enero de 2011

martes, 4 de enero de 2011

Postal de Navidad

La gestión dolorosa del recuerdo
La cíclica inflamación de la pérdida
El tratamiento equivocado de la herida
El vacío de los días señalados
El tacto de los extraños conocidos
Las huidas de retorno inevitable
El lado más oscuro del encierro
El contexto de enquistado desencuentro
El frío patente en todos sus formatos
La inmersión abismal en la locura
La niebla escondiendo las salidas
"Pienso que es bueno que en un relato haya un leve aire de amenaza... Debe haber tensión, una sensación de que algo es inminente"

Raymond Carver

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